Como chile seco
Tan rodeada de muerte he vivido y muy poca atención le he prestado. Ahora me encuentro incapaz de no verla en cualquier lado. La noto en las flores que tan pronto nacen se marchitan; en la polilla que revoloteando en las esquinas no sabe que mañana caerá sin remedio en algún rincón desconocido; en la voz de mi abuela que ahora ausente no canta más, o en la constante duda sobre el lugar en el que la veré de solo tener la oportunidad. Y desde luego, en el chile seco que frente a la ventana, bajo los rayos del sol, había pasado sus días hasta hacerse casi piedra, pronto polvo.
Ahí, frente a un vidrio empolvado y viejas rejas, intentando huir de la monotonía de mi vida, esperé encontrar un secreto en el canto de las aves, sin embargo, ni cantos ni colores, ni sorpresas u olores; lo único que encontré fue un viejo chile seco en la ventana. Yo estoy segura que cualquier otro día no habría sido más que eso, probablemente habría terminado en la basura, siguiendo una trayectoria diferente en alguna otra parte y a mí no me habría importado menos. Pero hoy, ese fruto seco significó más que un secreto en el cantar de un ave... fue, para mí, la visita de una amiga que aparentemente ausente, siempre está presente: la muerte.